Analía47 había llegado a la conclusión de que los espejos no eran lo que la gente pensaba. No se trataba de simples superficies reflectantes, no señor. Ella estaba convencida de que eran portales interdimensionales. Pero había un problema: ella nunca se atrevió a cruzarlos, porque tenía miedo de lo que podía encontrar del otro lado.

Cada vez que se miraba al espejo, sentía que había algo más allá, algo… raramente fascinante y aterrador. Un día, en un impulso de valentía, decidió enfrentarse a la posibilidad de ser transportada a otra dimensión. Se paró frente al espejo, cerró los ojos y dio un paso hacia él, como si fuera un salto al vacío. Pero cuando abrió los ojos, no había nada raro. Solo la misma habitación de siempre.

Lo raro fue que cuando se miró otra vez, vio a una versión de sí misma sonriendo desde el otro lado, como si estuviera allí, pero no estuviera allí. “¿Quién eres tú?”, preguntó, esperando que el espejo no respondiera (porque lo haría, seguro). La sonrisa continuó, pero la otra Analía solo le hizo un gesto con la mano, como diciéndole: “¿Vas a quedarte ahí todo el día?”

Analía47 se asustó tanto que, para evitar ser absorbida por el espejo, lo cubrió con una manta y lo guardó en el rincón más oscuro de la casa. Pero, en su cabeza, las dudas seguían: ¿quién era esa Analía en el espejo? ¿Y si ella misma era un reflejo de alguien más?

Decidió entonces llamar a su amiga Berta y contarle sobre su descubrimiento. Berta, sin pensarlo, se acercó al espejo, lo miró fijamente y dijo: “Bueno, si es un portal, voy a ver si hay pizza del otro lado”. Analía47, con la cabeza llena de teorías locas, le preguntó: “¿Pizza? ¡¿De qué hablas?! ¿Acaso no ves que podríamos estar ante el fin del multiverso? ¡Es más importante que eso!”

Berta, sin inmutarse, se quedó mirando al espejo como si estuviera esperando algo. “Lo que pasa es que”, dijo mientras se acomodaba la camiseta, “el multiverso no puede ser más importante que una pizza.” Y con eso, la cuestión del espejo fue olvidada en favor de la pizza.

Un par de días después, Analía47 decidió que tal vez era hora de enfrentar su miedo y dar ese salto. Volvió a mirar el espejo, pero en lugar de encontrar algo místico o interdimensional, vio a su propio reflejo bailando como loca. “¿Qué estás haciendo?”, le preguntó. Y la respuesta que recibió fue: “Estaba esperando que te decidieras a vivir la vida sin miedo a cruzar el espejo.”

Así que, al final, Analía47 entendió que los espejos no eran portales interdimensionales. Solo reflejaban lo que ella quería ver, y lo que quería ver era la versión de sí misma que se atrevía a reír y a disfrutar del caos.




Texto generado por ChatGPT en respuesta a interacciones personalizadas.
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